La invisibilidad de las agresiones homofóbicas llevaron a Wilson Castañeda, politólogo antioqueño, a liderar la primera organización que registra la violencia contra la comunidad de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales del Caribe.
Wilson Castañeda conoce la violencia de la homofobia en carne propia. Este politólogo de Medellín tiene 33 años y encabeza la organización de diversidad sexual Caribe Afirmativo, que funciona desde septiembre de 2009 en Cartagena y trabaja con la población de Barranquilla, Santa Marta, Sincelejo y Valledupar. En ella promueve la lucha por los derechos de la comunidad LGTB (Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales).
Su acción política comenzó cuando trabajaba en 2007 en el departamento de Derechos Humanos de la Procuraduría de Antioquia. Los informes de ataques a travestis rebosaron su escritorio y asegura que las denuncias le empezaron a “doler como si se tratase de sí mismo”. Decidió apoyar a los LGBT de la región y eso lo condujo a asumir en público su homosexualidad.
¿Cómo fue ese acercamiento?
“Me fui a conversar con los travestis del Parque Bolívar de Medellín. Mientras me contaban sus historias, llegó un grupo urbano de paramilitares. Me dieron una golpiza e intentaron subirme a un taxi, pero escapé. Con cada golpe me gritaban: ‘Queremos limpiar a Medellín de maricas y cacorros. Los vamos a eliminar’. Me decía a mí mismo que eso me pasaba por meterme donde no me habían llamado. Aceptar en público mi condición sexual era un riesgo, pero continué y les propuse a la Procuraduría y al Instituto Popular de Capacitación de Medellín crear una oficina para registrar y defender los casos de violencia contra la diversidad sexual”.
¿Qué pasó con la oficina?
“Por un tiempo registramos todo tipo de ataques. Las denuncias de la comunidad se hacían públicas, pero la política de la institución cambió con el nombramiento de un nuevo procurador. Así que se acabó la oficina y yo seguí como activista gay en otras entidades, como la Personería, la Alcaldía de Medellín y el Polo Democrático Rosa”.
¿Lo volvieron a atacar?
“La amenazas se intensificaron. Los paramilitares de la ciudad me mandaban advertencias. Querían matarme. Tenía protección de la Policía, pero estaba cansado de la vida del perseguido. Aproveché la coyuntura y me vine para Cartagena”.
¿Lejos del activismo gay?
“Realmente vine a Cartagena, porque desde niño he tenido vínculos con la Región Caribe. Cuando me mudé, había decidido dedicarme sólo a la docencia en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y desligarme de la política de diversidad sexual”.
¿Por qué cambió de idea?
“Llegué el Jueves Santo del año pasado y ese día me invitaron a la discoteca gay más reconocida de Cartagena, Studio 54. Justo en plena rumba llegó la Policía y eso fue el acabose. Patearon todo y hubo destrozos en el lugar. Estaba ebrio, así que me quedé quieto, pero al día siguiente llamé a la Procuraduría y denuncié el caso ante la Alcaldía”.
¿Hay pruebas del abuso de autoridad?
“Había cámaras en el local. El administrador interpuso la denuncia formal y la Alcaldía hizo un acompañamiento al caso. Todo quedó ahí”.
¿Y cómo empezó la organización?
“Después de que armé el escándalo político con la discoteca, me llamaron de la Alcaldía para alentarme a organizar algo más pedagógico sobre la diversidad sexual. Los del partido Por una sola Cartagena, que respaldan a la alcaldesa Judith Pinedo, nunca volvieron a aparecer, sin embargo, con unos amigos creamos Caribe Afirmativo”.
¿Qué es Caribe Afirmativo?
“Es una causa bonita, porque falta una reforma social para que la ciudad se lea a través de su comunidad LGTB. No soy el mesías y el Estado tiene la mayor responsabilidad, pero nosotros somos 20 personas que queremos hacer visible la diversidad sexual y los problemas que se dan por negarla”.
¿De qué se ocupa?
“El observatorio de Derechos Humanos, el cineclub H, formación ciudadana, incidencia en los gobiernos y creación de espacios para la práctica de la diversidad sexual”.
¿Cómo mantienen la organización?
“De nuestros bolsillos. Somos profesionales, cada uno tiene su empleo y con eso financiamos las actividades de la organización. También tenemos apoyo internacional y la Alcaldía nos presta espacios. Necesitamos abogados, psicólogos, médicos, otros voluntarios que asesoren a la población en los casos particulares de agresión de género”.
¿Cuáles son los problemas de los LGTB de Cartagena?
“Acá la represión de la sociedad les exige que sean invisibles. Tengo la teoría de que la fuerte ascendencia afro de la ciudad inhibe totalmente la diversidad sexual”.
Pero los negros se consideran reprimidos en Cartagena
“Hay que tener claro que nosotros estamos trabajando con la otra Cartagena, la que es de la plaza de mercado Bazurto hacia el sur. Donde la cultura afrodescendiente dicta que el hombre existe para penetrar a la mujer y llenarla de muchachitos, ahí no hay espacio para una sexualidad diversa. En el Centro Histórico dominan los blancos, la clase alta que por la empresa turística pregona una tolerancia ambigua, que es permisiva con los extranjeros y esconde a los cartageneros. Los jóvenes homosexuales se aprovechan de eso y salen de sus barrios para encontrarse en la Ciudad Amurallada, en la Plaza de San Diego”.
¿Hay más lugares de encuentro?
“Están los espacios cerrados, que son las discotecas Studio 54 y Lepetit. Sin mayores compromisos con la causa LGTB y con una mirada comercial que explota al gay sin retribuirle nada. Está el Camellón de los Mártires y los alrededores de la plaza de toros donde se encuentran los travestis. Toda la ciudad debería ser un espacio para el desarrollo de la diversidad sexual”.
¿Y el Carnaval Gay del 11 de Noviembre?
“Eso y la guacherna gay de Barranquilla son vergonzosos. La cosificación del travesti. Es la población diciendo: ‘saquen a las locas para reírnos de ellas’. Entiendo el esfuerzo que hacen cada año para presentar un desfile en las fiestas de la Independencia de Cartagena, pero no somos muñecos. El año pasado tratamos de modificar el concepto y organizamos una marcha de reivindicación, el Desfile de la Diversidad Sexual. Invitaba a la alegría, pero reflexionaba sobre la independencia ciudadana para vivir la sexualidad dignamente. Siempre me han preocupado las violaciones a los derechos sexuales de los travestis, que son los más vulnerados”.
¿Cómo viven los travestis de Cartagena?
“Cuando fuimos a ofrecer charlas sobre diversidad sexual a la Personería, una funcionaria me dijo que aquí no había de eso. Como si fuera una peste. Hay que ir a la Plaza de Toros una noche para ver a los jóvenes travestis esperando a alguien que quiera tener sexo con ellos. Algunos les pagan, pero también los extorsionan y disparan. Muchos me dicen que quieren dejar la prostitución”.
¿Qué opciones laborales tienen?
“Además de trabajar en una peluquería, ninguna. A estos muchachos los echaron de la casa. No tienen expectativas de estudiar, porque los colegios y universidades les exigen vestirse y hablar como ‘hombres’. Las empresas se niegan a contratarlos y tienen que vivir del sustento diario que les da la prostitución”.
¿Y los travestis de las clases alta y media?
“Esos no viven aquí, se encuentran en Bucaramanga, Medellín, Cali o Bogotá. Los que se quedan están muy enclosetados. En Bogotá conocí a un travesti cartagenero de una familia adinerada. Tenía éxito en la capital y cuando le pregunté por qué no estaba aquí, me respondió: ‘El travesti cartagenero que posea recursos económicos tiene que salir de la ciudad lo más rápido que pueda’. Ser travesti en Cartagena es un infierno”.
Cartagena registra pocos ataques homofóbicos en comparación con esas ciudades
“Sí, porque en ellas la condición sexual es pública. Eso expone a los LGTB y visibiliza más las agresiones. Acá tenemos el caso del profesor cubano Rolando Pérez, sucedido en febrero de 2007. Lo mataron en su casa con repetidos martillazos en la cabeza y con la sangre escribieron mensajes homofóbicos en las paredes. El comandante de la Policía de ese año, coronel Carlos Mena Bravo, declaró que ‘Rolando llevaba una vida desordenada, era promiscuo y en su condición de homosexual tenía varios compañeros’. Aseguró que era un crimen pasional, con lo que enterró la investigación”.
¿Cuántos casos han registrado ustedes?
“Cuatro. Todos fueron declarados crímenes pasionales. Las investigaciones no avanzaban, pese a que había autores materiales identificados, nunca fueron detenidos. Entonces decidimos juntar los casos en un solo paquete y los presentamos en la Fiscalía de Bogotá”.
¿Han recibido amenazas?
“Todavía no. La bancada del partido Cambio Radical, en el Concejo de Cartagena, armó un debate en noviembre del año pasado sobre el desfile diverso del Día de la Independencia. Los ediles alegaron que los niños eran vulnerables ante lo que pasaba en la marcha. Hasta nos sugirieron que saliéramos de la ciudad, acabáramos con las discusiones sobre sexualidad en los colegios y desfiláramos en la madrugada. La Alcaldía y la bancada del partido Por una sola Cartagena nos apoyaron”.
¿Y qué pasará cuando la alcaldesa se vaya?
“Judith Pinedo en persona nunca nos ha atendido. Es cierto que sus funcionarios hicieron una defensa firme de nuestra causa, pero vendrán otros y nosotros deberemos seguir. Con ese debate pusimos por primera vez al Concejo de Cartagena y a su bancada más conservadora a hablar todo el día de la diversidad sexual. Esa siempre será nuestra ganancia. Esta es una ciudad machista que está muerta de miedo de que algún día se caiga el velo y le toque aceptar que también es LGTB”.
que bueno leer con la frescura de tus letras historias cotidianas de la vida lgbt
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