sábado, 2 de junio de 2012

Carreteras en el aire


"Y dos nos subíamos a un patín (ni sé cómo cabíamos) y nos tirábamos pendiente abajo sin importar lo que halláramos en la esquina."

Esquivé la niebla con fracasos repetidos y al dejarla atrás juré nunca volver. Y así se va moviendo este cochecito en el que me empacó la vida. Tiene el color quemado, tostado por los días soleados y se escarcha siempre al pasar por el nevado. - Ahí viene la nube. Un momento, primera otra vez-.

Cree uno que el camino es solitario, pero flotan por ahí pedazos de sueños ajenos, algunos se recolectan para combustible, porque aquí en el aire todo se recicla.  Somos ecológicos con las ideas alocadas, las utopías, las batallas contra molinos y los calores de una noche. A veces falla. - Un momento, viene un ave, por poco y se choca contra el parabrisas. Son comunes, pero hay que dejarlas ir, ¿no?, son aves de paso -.
 
Que sí, a veces me encuentro con otros choferes. Son pocos realmente, pero hacen buena compañía. Los puedo contar con los dedos de la mano. Nunca ayudan a la hora de cambiar llantas, que eso acá es todo un riesgo. No hace falta explicar por qué es peligroso tan solo bajar el gato para levantar el carro.

Yo no sé por qué llegué. Supongo que mis papás eran hippies, supongo. De niña podía jurar que en vez de caminar volaba. Iba con la empleada del servicio a la cocina y me arrojaba por la terraza. Cuando menos pensaba los pies estaban elevados. Eran tiempos maravillosos en el aire.

El carro lo compré, creo que es de segunda, pero me lo vendieron como de primera. Le puse Alma Vieja. Y cuando emprendí el primer viaje ya no me quise bajar. Claro que tiene sus problemas, no falta el que lo quiera jalar a uno. ¿Pero sabe?, estos coches no funcionan en la tierra. No lo he intentado ni una vez, creo que las refacciones no aguantarían. 

Y no es que andar por acá sea cosa fácil. Usted dirá que hay menos rozamiento, lo que no es cierto. El viento golpea fuerte y las noches son duras. Además el cuerpo agarra una necesidad de suspensión. A veces bajo a visitar a la gente normal, y con cualquier cosa me mareo.  Por eso tengo hamaca, ve, uno siente que no está en la tierra y lo recogen desde el cielo. 

Tampoco me gusta esa frialdad de las personas que abusan de nosotros los conductores aéreos. Yo poco pasajero he llevado, porque apenas les abro la puerta van es mostrando las ganas no más de montarse, darse un paseo y magullar la cojinería. Nooo, esa gente que se quede allá abajo
.
Este tipo de vida tiene su exigencia, su compromiso. Yo sé que la gente normal cree que nos elevamos no más de sobrados. Que somos los creídos del cuento. Cosa más errada. Acá hay que ser responsable, mantener el combustible, porque una caída es mortal. Si toca manejar de noche se le hace, sin importar que a uno se le quite el hambre. Claro, hay días que uno tiene energía como para recorrer el mundo entero, pero ese trote no se lo aguanta un compañero, por eso la mayoría de las veces toca manejar solo.

Tenemos nuestros métodos de comunicación, no hace falta revelarlos. De vez en cuando se engancha uno con gente de la tierra. Ah, no me haga hablar de eso, porque se me alborotan las ganas de bajarme.

Sí, yo sé que hay alguno que se le quiere medir al viajecito, pero yo le recomiendo que se consiga su propio coche, nadie puede ir cómodo de pasajero cuando de conducir en el aire se trata. Sin embargo, los compañeros de carretera se gozan mucho el recorrido, pueden ir de un lado al otro, traer combustible que flota por ahí y compartirlo. Todo muy técnico y así no se da el hambre, ya sabe como es de duro por acá.

Bueno, no siendo más, me disculpa. Le voy desinflando los globos para que se vaya a la tierra a escribir sobre mí. Adiós pues.


1 comentario:

  1. jeje me dejaste una sonrisa(no la risa loca que suelo tener, solo una sonrisa de alegría y cierta satisfacción jajaja que locura)..que bueno encontrarse cosas como estas en el camino ;)

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