jueves, 27 de octubre de 2011

Vulnerabilidad de los mundos posibles

Los mundos posibles son exigentes, requieren de sencillez, humildad y exhibición. Para pasar pruebas arduas como las que diseña el miedo y la defensa, los mundos posibles deben poseer carácter, una cualidad difícil, si se tiene en cuenta que estos tienen la consistencia de un pan de maíz.
A medida en que se digiere, el mundo posible se va desboronando, deja sus piezas en el camino y corre, siempre, el riesgo de perder su existencia.
La teoría explica con detalle la fragilidad de este ente. “Es casi intocable, porque deja el punto neurálgico al descubierto. Es insondable pues muta gradualmente, esa característica solo se percibe en micras. Tiene, sin embargo, capacidad para abarcar el tiempo, aunque nunca se sabrá si es por su poder de persistencia o la voluntad de quien le sueña”.
La participación de sujetos en el mundo posible es muy importante. La medida justa implica máximo a dos, sin desconocer que logra multiplicarse. “Todo depende de la ruptura de las constantes universales”.
La trascendentalidad de estos mundos depende, paradójicamente, de su simplicidad. Nadie sabe en qué momento adquiere elementos como la cotidianidad, engranajes invisibles como la rutina y la intimidad.
La intimidad es a la vez el punto fuerte  y el talón de Aquiles de un mundo posible. Si se aventura una descripción, el sujeto estudio presenta aquí un mundo cargado de elementos que recolectó con esfuerzo. Retazos de personas desconocidas, uno que otro ingrediente extraído de su entorno social. Cobra vitalidad cerca de las 6:00 p.m., pero tiende a desvanecerse en las madrugadas. Trata de crearlos en días hábiles y logra que se vean claros los fines de semana.
El sujeto disfruta de las conversaciones nocturnas, es un ser taciturno, que se resiste a su naturaleza e intenta ser funcional en el día. Labora cinco días a la semana, duerme seis, coexiste en siete, vive por diez.
Los mundos florecen entre las vivencias de tiempos paralelos. Una sorpresa, el cruce del mundo posible de otro sujeto o la convivencia de múltiples en un instante será clave para concretarlo y transformarlo en otra cosa o para que simplemente se deshaga en un soplo.
Se esperan nuevos resultados de este análisis.

martes, 18 de octubre de 2011

Tiempo y silencio

Las historias arrancan por el principio, pero la mia contará hoy mi final.
Se me hace que entre la reflexión, la nostalgia y el contacto humano nace la idea de pensar en la muerte.
Escogí, por ejemplo, la canción de mi funeral. No espero multitudes, ni más llantos de mi gente. Que me llore quien me tenga que llorar. Quien se haya reído conmigo a rabiar, quien me provocó lágrimas de alegría y el que soportó la explosión de mis carcajadas acompañándolas.
Ojalá sobren abrazos y sonrisas sinceras, cosas en las que creo firmemente.
Tal vez aparezca el que quiera decir un discurso. Si es elocuente y tiene buen humor, déjenlo, pero jamás permitan al fanfarrón o al mentiroso hablar en mi nombre.
No son muchas las flores, me gustaría que volarán miles de aves, que se contaran sueños locos como mi hamaca voladora, los antojos inoportunos de tamal, las noches de ella baila sola. El ataque español, los viajes a Riosucio, el invierno en motocicleta. La Habana, Cartagena, la vuelta a San Andrés en bicicleta.
Dirán de mi cama libertaria, las siestas de los sábados, los besos detrás de las puertas. Los loiros de mi vida y los ojos pardos de mi abuela.
Cuando todo se acabe y me lleven a las llamas, sonará Tiempo y Silencio.
Porque habrá música el día de mi muerte, se hablará del eclipse de luna en el que nací. Las historias de mi abuelo, el de los boleros. Como me fluían las lágrimas bajo cualquier injusticia.
Mi sueño pesado tras los aguaceros. Quisiera risas, diversas, como la gente que me acompañará ese día, al final de mi compromiso con la vida.

domingo, 9 de octubre de 2011

Trasnochada en mis ciudades

A esta hora llueve en Manizales. Falta algo para la medianoche de un domingo cualquiera. El insomnio ataca y me levanto, vencida de pelear contra el sueño que no llega. Dicen que tengo desórdenes del sueño, es decir, mantengo somnolienta durante el día, la siesta del sábado es mi momento preferido, pero a la hora de recargar para la productividad mi cerebro quiere trabajar antes de lo esperado. El resultado de un domingo de insomnio, será siempre una larga semana de adormecimiento. Un viernes insufrible y un sábado en el que me despierto antes del amanecer. Un ciclo que llevo años tratando de romper y alimentando, al mismo tiempo.
Me gusta mi trabajo, soy periodista investigativa o investigadora. Manejo la unidad que cada día se llena de papeles, pruebas, archivos y una presión mental interna, añadida a la de la idea de productividad y justificar el sueldo. Aún así lo disfruto, me da la adrenalina que necesito, satisfacción que llaman. Y de vez en cuando puedo levantar mis brazos y hacer una simbólica danza de la victoria. Victorias pequeñas las mías, pero me dan gozo.
A la presión externa la llamaremos ‘mi jefe’, que espero se convierta en lector de este blog, sobre todo porque ya lleva muchos días insistiéndome en que escriba de lo que se me dé la gana.
Íbamos en que me levanté y estaba lloviendo. Por lo general el sonido de un aguacero nocturno me arrulla, pero en este caso solo me brindó un paisaje. Busqué el frasco de valeriana, que tengo escondido en las gavetas para casos de emergencia, me tomé 20 gotas, a pesar de que se venció en mayo de este año. (Anotación mental comprar otro frasco). Y mientras me tomaba el néctar de Morfeo, miré por la ventana siempre abierta. Es la ventana de mi hamaca. De ella hablaremos otro día.
No había nada, la ciudad desierta, ni un carro. Los túneles vacios. Pensé: si me diera por correr desnuda por la avenida nadie se daría cuenta y me daría una pulmonía. Luego miré los edificios y vi que varias luces seguían aún prendidas. Así que la colonia de trastornados del sueño está creciendo. Luego pensé en este blog, que desde hace días está pendiente y ahí vi mi deporte favorito, el placer profundo de mis pies y de mis ojos: Las ciudades.

No solo porque es la ranchera que más me gusta, y la que inspiró el título del blog. Las ciudades hacen parte de este universo que soy. Como periodista, como mujer, como curiosa. Me gusta el asfalto, las avenidas, la velocidad, la gente, los getos, lo que no se ve, lo evidente. Los territorios de miedo, de placer y de espiritualidad. La mía es un laboratorio de ciudad, tiene todo en pequeño, le faltan grandes cosas y pues claro, tiene mucho de pueblo. En este caso yo también tengo mucho de pueblo, así que hablaré de ellos, porque hacen parte de mi urbe. No voy a armar una discusión sobre el término o la teoría urbana, ni mucho menos la antropología. Me cansé de ser seria hace rato. Mi trabajo es ser seria y esto lo hago por diversión. Me gusta contar historias, como esa en la que me levanté tarde en la noche, para tomar valeriana pasada y ver cómo llueve en mi pequeña urbe por la ventana de mi hamaca. Bienvenida yo y bienvenidos ustedes. Se trata de hablar cháchara. En el diseño me ayuda un amigo y las fotos algunas son mías, otras de mis viajes tomadas por otros. Lo bueno de las ciudades es que las viejas, las actuales y las nuevas harán de mi escritura una amplia posibilidad de combinaciones.