Llegaste con baile y sonrisas y ebriedad. Me envolviste
suave entre lágrimas, apegos, encaminándome a correr mis muebles a la gran
mudanza que reservabas para mi interior. Derribaste el árbol gigante del
abandono, me vaciaste, me dejaste sola, trajiste y llevaste la gente, las
compañías para que soltara, para que fuera más mía, y menos de las expectativas
de lo ajeno.
Me diste valentía, me diste viajes para hacer las lecciones
más llevaderas y me diste entendimiento. Ubicaste a Dios en el lugar justo,
allí dentro, al lado de mi corazón. Y desde ahí hemos conversado, sanado,
despedido miedos antiguos, fantasmas escondidos. De ahí blandimos la espada
para combatir demonios, que no alcanzaron ni a ser el coco. Sostuviste mi mano
a la hora de llantos amargos y tintineaste con carcajadas que jamás había
escuchado de mí, pero sonaban como música.
Amamos, me enseñaste los primeros visos del amor, poco a
poco me envolviste en él, experimenté su presencia, me permitiste amarme sin
juzgarme, esperándome todo, soportándome todo, perdonándome todo, libre de
culpas, libre. Amada inmensamente amé a otros. Me trajiste el amor en forma de
hombre y también me diste el lugar justo para detenerme, para levantar a una
guerrera sabia que con intuición supo qué hacer, cómo ver, conciencia,
entendimiento, inteligencia. Me diste un río, me diste un mar, me diste una
montaña, me diste frío y calor. Me diste sueños que aún no comprendo, me diste
un más allá desde donde la vida ha tomado una forma nueva, auténtica,
tranquila, trascendente, pero leve.
Vamos juntas en esta lancha, con un timonero sabio en el que
confiamos, y aceptamos las mareas, a veces con tristeza, con recelo, con egoísmo,
pero las aceptamos. Y asimilamos el silencio, y adquirimos comprensión más allá
de la razón. Y soltamos como hojitas de papel un montón de cadenas, de seres,
de pensares, viejos, nuevos, pero inservibles.
Entramos en paz al maravilloso mundo de la incertidumbre. Y
cada día voy abriendo más mis brazos y las cosas que trae la corriente son cada
vez más grandes. Así que me has enseñado también a no resistirme, a vivir la
felicidad del devenir. Ampliamos tanto el amor que nos dio para sanar, para
retornar en paz, para recomenzar, para saber que la intuición reconoce un
momento importante, pero la vida lo diseña.
La magia, el dolor, lo místico, las visiones, los sueños,
las premoniciones. También fueron tus regalos. Aún no me da para entenderlo,
asumo que el espíritu se encargará mejor de desenvolverlos y también de irlos
recibiendo, tal vez mejor que mi yo este terco, que aún existe también. Gracias
por levantar a las sombras y hacerlas brillar, gracias por reconciliarme y
abandonar las culpas, la intimidación. Gracias por limpiar, por lavar, por rescatar,
por mudar.
Alma mía, seguimos en este barco juntas, ahora cada día, más
conscientes la una de la otra, rebosantes de amor. Ahora cada día más UNA.