Hubieses querido que
resultara en tu vida como un accidente.
Que me encontraras en
el camino como una moneda en el pavimento,
O como un perro
desvalido.
Pero soy de esas cosas
que guardabas en el calor de tus planes.
Somos de esas cosas
ajadas con el paso de la experiencia,
que adquieren el sabor
con el trasegar,
agarrando polvo,
curtiéndose de vida,
de viento y de sudor.
Intentaría, una que
otra mañana, aparecerme como un espanto
Sorprenderte de noche,
un toque en el hombro,
Que al voltear la
cabeza te des cuenta de que estoy ahí,
prendida de tu mano.
Pero me regalas besos
que abarcan años.
Me lanzas miradas que
intentan traspasar lo vivido,
Lo que ya no nos
podemos contar,
Lo invisible, que no
vale la pena decir.
Y estamos juntos,
llenos de casualidades,
en un prado que
revuelca tus demonios,
con mis leyendas de lo
que fue antes del nosotros
Quisiera tanto ser un
accidente.
Darte un susto mágico
que te cambie para siempre
Compañero, no eres mi
tropiezo.
Te recorro en plazas
ocres, antiquísimas,
visito tus paisajes
construidos con saltos de infancia,
tus casas, tus gentes,
tus ciudades ya caminadas.
Y veo tus ganas de
desnudarme por tiempos,
De jugar escondite con
mi niña perdida,
De pelear con la
rebelde vergonzante.
Pero allí, cuando me
abriste la puerta por primera vez,
supe que tenía mi
lugar dentro de ti.
Es una espera cálida,
me siento y observo.
Y llegas como una sarta
de nudos
Una sonrisa de
aparecido,
dices una sola palabra
y ambos nos damos cuenta:
Ya estabas aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario