Me voy de viaje, ando
buscando el destino, pero como tengo la manía de contarlo todo tuve una
respuesta enérgica: ¡Te vas sola!
El asunto no me había
importado, no es la primera ni la única vez que lo hago, pero claro, la sanción
social siempre lleva a la reflexión individual y alcanza incluso a cuestionarse
como si se estuviera cometiendo alguna infracción. Viajar sola en nuestra
cultura no es tan grave como en algunos países del oriente cercano donde está
prohibido. Sin embargo, se sigue viendo
como una excepción. Lo que mi abuela ve como una proeza femenina, yo lo veo con
vergüenza por tener una lista de destinos aún muy corta para lo que quiero ver.
No sé si la base de
tanto escándalo es esa de que la mujer se tiene que quedar cuidando la cueva
oscura, mientras el macho sale de cacería. Yo, que no tengo cueva y tampoco
macho, me voy a cazar solita, fundamentalmente porque me gusta.
Ante la inquietud que
me generó el comentario y ciertos temores de amigos y conocidos, empecé a
buscar manuales, claves, ayudas o indicaciones para contrarrestar la idea de
que la mujer se expone más que el hombre. Y entre tanta información encontré un
dato revelador, las mujeres son las mayores viajeras solitarias en el mundo. Sí
señor, mujer sola a bordo.
Así que para no armar
una polémica en torno a un asunto que no merece amplia discusión (por ser un
debate absurdo) quiero hacer mi propio manual para viajeras solitarias.
- Con una sonrisa puedo comprar. Que abren puertas, las abren, lo compruebo cada día. A veces hay que insistir, porque las ignoran o mal interpretan, pero una sonrisa es la mejor pinta de viajera, la más útil y también la que más facilita las cosas.
- Jamás viajes sin el por favor, el gracias y el buenos días. Es una bobada, y esta no es la columna de etiqueta, pero hombre, es más que obvio, de las cosas que no deben faltar en el equipaje.
- Despídete de la zalamería. Si nos vamos a los estereotipos las mujeres tenemos más fama de quisquillosas que los hombres. En un viaje se ven y se ven tantas cosas, pero he aprendido a dejar mis melindres en la casa, allí donde estoy más cómoda. Muchacha, un viaje es hacia la incomodidad, se viaja para desajustar el cuerpo, el alma, para descontextualizar la mente. Así que, a donde llegues haz lo que vieres.
- “Hable serio”. Ese consejo me lo dio mi papá hace años, porque me daba risa pagar el pasaje de bus. Como a veces siento que sigo jugando, toca pararse derechita y decir claro y fuerte: ¿Cómo así, no entendí, explíqueme eso?
- Todo te puede pasar… todo te puede pasar…todo te puede pasar. Repita esa frase desde varias perspectivas, es decir, con tono de mamá, de papá, de abuela y de amiga. Intente escucharla con voz firme, con una sonrisa y como una puerta que abre un mundo de posibilidades: Todo te puede pasar, deja que pase.
- Déjate piropear. De rodar y rodar desmitifiqué mi prevención frente al piropo. Que se escuchan cosas horribles, sí se escuchan, pero la mayoría de veces escucho buenos deseos, bendiciones, y halagos que arrebatan sonrisas. Así que no se vuelva peso extra en la maleta, de verdad no vale la pena la prevención.
- No eres monedita de oro para gustarle a todo el mundo, ni la gente es monedita que te debe gustar a ti. ¿Para qué negociar cuando no se quiere hacer algo? Aún no conozco nada más peligroso que ceder ante las presiones ajenas.
- Viajar es un estilo de vida, no requiere la aprobación ni el consentimiento de nadie.
- Si haz de irte vete, si puedes irte vete, si te quieres ir: pos vete.