Será mejor verte por ahí pasar como si fueras un desconocido, sabiendo que al toparnos ni siquiera podremos decir nuestros nombres. Con cada paso hacia el camino, con cada mirada hacia un destino voy descubriendo que se me van pedazos de lo que imaginaba de ti.
Aquel día apenas si pude recordar cómo eran tus cejas. Enfermedad extraña esta que padezco. Luego, después de un peaje desolado en el que pagué con un racimo de miedos, traté de pensar en tus besos.
Si vieras que casi se me venía el color de tu boca, unos labios pálidos y una sonrisa de un diente torcido, medio malévola. Veía saliva, una lengua sinuosa, unos ojos cerrados metidos dentro de un gesto de deseo...pero tu beso, ese no llegó.
Embarcarme fue lo que más afectó mi memoria. Eran tan grandes las olas, tan fuerte el olor a sal, el ardor del sol en mis mejillas, que simplemente dejé de pensar. Mis ojos trataban de abarcar, de resumir el sonido del agua, el brillo, el movimiento y un horizonte.
Justo al ver un barco oxidado eché de menos una mano fuerte que me sostuviera la muñeca. Al principio era peluda, pero el paso de una gaviota se llevó el color de los vellos. Luego era de dedos grandes y largos, sonó una sirena, y se volvieron regordetes e infantiles. La mano fue solo mano, sin muñeca, sin antebrazo, no vi uñas, y al final solo me quedaba una sensación del apretón en la muñeca. Alguien vio tierra, levanté mi vista y alcé los brazos para celebrar y en ese momento desapareció la percepción de sujeción.
En el aire solo hubo espacio para ideas con nubes, aire, cielo, mapas, cordilleras y hormigas. Tiempo para despegar, tiempo para aterrizar.
El paso, la brisa, las ciudades, las multitudes. Los amigos y los abrazos. Y sin esfuerzo todos los hombres parecían tener el mismo vaivén al andar, tomar el teléfono de la misma forma y usar los pantalones en la misma altura. Y un cuerpo se convirtió en muchos, en millares, en tantos que no valía la pena aprehenderme de solo uno.
A veces cuando la contemplación se agota y mi mente no tiene más retos que sobrevivir entre la absorción y el descanso, siento que algo pasó conmigo, que ahora no es igual que ayer y que las amadas rutinas de un momento a otro son otras.
Quiero tomar un respiro para saber cuál era el nombre de esa idea que usaba como ancla, por qué antes me sentía como una estaca, mas se me olvida, no hay cómo nombrarla. Así que algo por ahí me retumbó en el cerebro, una canción viejísima que aparentaba sensaciones reconocidas, pero extrañas me trajo una respuesta y se me ocurrió: "Te voy a llamar Distancia".