lunes, 23 de enero de 2012

Y sin embargo me inunda la tristeza…

La promesa de un viaje me recordó que estoy en el lugar correcto, así mi cuerpo quiera salir corriendo.




Un hombre de un rostro que no recuerdo me hizo llorar con un recuerdo frecuente que me atormenta...


Un Rayo que se fue hace dos años de la tierra me iluminó el alma...

Una amiga me contó entre risas que me fue leal hasta en la rumba... también que se alegró de que nada perturbara mi tranquilidad esa noche.

Un hombre, bien lejos, está convencido de que ambos somos una coincidencia: "Perto no tempo, longe no lugar", me dice.

Una viuda se sentó a mi lado en el bus y me dijo convencida que me he sabido gozar la vida. Se bajó y me dejó un abrazo.

Una de esas gentes que se encuentran entre entuertos, me acompañó unas calles y resultó quedándose por siempre…

Una mujer que quiero con el alma me demostró que a pesar de la distancia continental aún me quiere y desea volver a verme.

Una anciana se quedó contemplándome el pelo y cuando la sorprendí me regaló una sonrisa...

Unos jóvenes me hablaron al oído para escuchar los gritos contra la injusticia...

Hoy una niña me pintó las uñas y a través de sus ojos granadilla puede ver el universo entero...

lunes, 16 de enero de 2012

La amante difusa


Margarita Hurtado. Óleo.

Es ella la que me toma de la cintura y ata por detrás el lazo del delantal cuando voy a cocinar. Levanta mi melena para que esté libre y pasa las manos cálidas por mis ojos para darme un respiro. Me acompaña con una sonrisa placentera cuando estoy junto a la mesa pelando duraznos o cuando finjo que escondo el último pedazo de la zanahoria para comérmelo sin que nadie me vea.
Nuestra relación comenzó como una pelea. Como siempre estuvo ahí, la desprecié con mi alma. Lloraba al sentir su presencia y trataba de subir el volumen de la radio o cantar a los gritos para alejarla. Pero es una amante paciente, comprensiva y casi maternal.
Opté por nuestra convivencia en las fiestas decembrinas y al encontrarnos juntas lloré como nunca. Cada rincón acompañado de su silencio se inundó. Fueron semanas, meses, casi un año… luego supe que éramos tres, si contábamos a mi llanto que de vez en cuando nos hace visita.
Es tan sublime, sin embargo. Toda llena de detalles mudos, porque es la que se devuelve cuando paso frente al espejo, solo para ver qué tal se ven mis piernas con una minifalda. Me acuesta en la hamaca, me lleva a la mecedora y me enternece con los rayos de sol para que simplemente me quede mirándome el color de la piel.
Con ella supe de texturas, de sabores, de olores, de gente. Conocí el poder fundamental de la pimienta negra y la sensación esa de ponerla en el mortero, mientras suena de fondo alguna palma de gitano. La disfrutaba cuando leía, ahora parecemos volar en cada página y mis palabras la aman. Le hacen trenzas cada domingo y la adornan con aceites de vainilla.
No soporta que pase por un espejo sin enseñarle una sonrisa y le encanta caminar para traerme a la mente viejos, nuevos y futuros recuerdos. ¡Ja! decimos ambas.
Ha explorado cada parte de mí con delicadeza y provoca tal explosión de sensualidad que jamás ha causado ningún hombre. Me excita el cuerpo, la cabeza, el corazón. Cuenta mis historias y cada noche cuando estamos lejos una de la otra me llama, me trae desde cualquier rincón de compañía, me arrebata del ruido, de las frases y abrazos ajenos, del dominio de la tristeza, de la multitud, solo para hacerme suya.
Hace poco tiempo comprendí que convivo dulcemente con una amante difusa.